2 de febrero de 2009

Biel, también llamado "hermano"

Éste es Gabriel Alejandro, mi hermano mayor. Murió el 26 de julio del año 1920 cuando tenía ocho años, y ésta fue la última fotografía que le sacó mi padre antes de despeñarse por el barranco conocido por “El Salto de la novia” en Navajas, el pueblecillo castellonense donde veraneábamos.
Ocurrió una agradable y soleada mañana de verano. Mi padre nos despertó temprano para que desayunáramos tranquilamente, sin molestar mucho a nuestra madre- que desde hacía unos meses había enfermado de corazón y descansaba agotada en la cama- Mi padre, por aquel entonces, era un hombre apuesto y de complexión fuerte, de cabellos castaños oscuros y ojos avellana, algo que le caracterizó fue el fino bigote que delineaba el labio superior. De mi madre, de quien menos imágenes tengo, por alguna fotografía recuerdo que era una mujer bellísima de cabellos rubio ceniza y ojos glaucos- el espejo donde se reflejaba toda esa belleza residía, en masculino, mi hermano-.
Para distraernos, pues pasamos ese verano prácticamente metidos en casa, velando por la salud de madre y preocupados por ella, decidieron llevarnos al barranco que había en el pueblo, cerca del río Palencia a pasar la mañana. Según me contó padre más adelante, en el futuro, fue madre la que insistió en que se encontraba mejor y que los niños debían disfrutar y jugar como lo que eran. Niños.
Así, poniéndonos nuestras galas veraniegas, mi padre sus bermudas, camisa fresca y sombrero de paja, mi hermano sus pantalones cortos y yo mi bañador confeccionado por mi madre, nos dirigimos paseando camino hacía la desgracia que llevaba el nombre de mi hermano adscrita.
Mi padre, que nunca estuvo en aquel lugar, al llegar y ver los remolinos que se formaban en el agua dulce y cristalina, por aquel entonces, del río nos prohibió lanzarnos al agua y, advirtió a mi hermano que tuviese cuidado de la pequeña “golondrina”- como me llamó cariñosamente, siempre, mi padre-. Así, mi padre se recostó contra el saliente de una roca y, por cansancio, el sueño le venció.
Mi hermano y yo jugábamos despreocupados, demasiado cerca del barranco. Biel tumbado- como lo llamamos siempre en el circulo familiar y de amigos más cercanos- y yo acuclilladas estábamos frente un hormiguero, mi hermano con un palo instaba a las hormigas salir para luego con los dedos sucios aplastarlas contra el suelo arenosos. Yo- que por entonces contaba con 4 años-, aburrida del juego asesino de mi hermano mayor, observé en un matorralillo cercano, muy cercano al barranco una mariposa de bellos colores que captó mi infantil atención y como si de un hechizo de Hécate se tratase me acerqué embelesada, corriendo desde donde estábamos. Biel, viendo mi carrera, como resorte se levantó y salió disparado para parar mi carrera. Lo hizo, pero yo, con brusquedad me zafé de su agarre y me acerqué a la cascada que salía de la roca. Al verla quedé maravillada y le pregunté a mi hermano por que salía agua de la roca, él simplemente se encogió de hombros y se puso a mí lado. Me obligo a sentarme en tierra y él hizo lo propio a mi lado, jugamos un rato con el agua, reímos y nos mojamos… Pero, al segundo siguiente mi hermano caía barranco abajo, golpeándose en la caída la cabeza contra una roca saliente. Yo, recuerdo, quedarme quieta, muy callada con los ojos fijos en el cuerpo inerte de mi hermano.
Pasaron largos minutos y la voz demandante de mi padre a mi espalda, me reprehendió por acercarme tanto y me increpó preguntándome por mi hermano.
“Está ahí” le dije con voz inocente señalando el barranco. Mi padre, lívido y pálido, sin sangre ni calor en el cuerpo corrió a asomarse al barranco. Lo último que quedó en mi fue el grito desesperado y horrorizado al comprobar, que por un descuido suyo, su hijo, su primogénito, había muerto despeñado.

Dos días después, a causa de la gran fatiga tanto física como psíquica que le produjo la muerte de Biel, mi madre murió de un ataque al corazón.
Los enterramos a los dos el mismo día, en el Cementerio de Valencia.

Pero mi hermano nunca se fue de mi lado, y lo tuve presente en cada uno de los momentos de mi vida. Todo lo que hice lo hice en honor a él, porqué yo, aún ahora contando con 91 años de edad, sigue reconcomiéndome la culpabilidad de la muerte de mi hermano. Porque si no hubiese sido por mi mano, Biel no hubiese muerto tan temprano. Yo, sin malicia, como un juego de niños, lo empuje hacía el barranco acabando con su vida a los ocho años.
Pero se que él me perdona, me quiso y me querrá y pronto, muy pronto me reuniré con él, para siempre… Con Biel, mi hermano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué historia más impresionante

Anónimo dijo...

qué historia más impresionante