8 de noviembre de 2010

Efectos silábicos (Bellatrix/Narcissa)

Bueno, es la primera vez que escribo, más bien publico, algo sobre personajes de ficción ya existente; por tanto los personajes son solo y únicamente de Jotaká y yo no gano nada más que imágenes sugestivas en mi cabeza.
Se que el título es una ca** pero no doy para más.
**
- Bellatrix, esto debería acabarse.

- ¿Qué me darás a cambio de que esto acabe?
Enarca suavemente una ceja fina y rubia, y gira lentamente la cabeza para mirar por encima del hombro a su hermana. Bella sigue tumbada entre las sábanas bordadas con hilo de oro y esa larga y abundante melena esparcida por la almohada.
- No te lo estaba pidiendo, querida hermana.
- Entonces...- se recuesta contra el cabezal y hace aparecer una larga y blanca pierna entre las sábanas, se muerde el labio inferior como cuando juegan al ajedrez y está pensando su siguiente movimiento-... ¿cómo vas a obligarme, Cissy?

Cissy, ese Cissy susurrante, arrastrado, cadencioso y sensual, nadie nunca ha hecho sonar su nombre tan pornográficamente, ni siquiera su marido. Tiene un toque sexual y de locura que embota la cabeza de la fría y sensata Cissy de imágenes que no deberían estar en la mente de una señorita recatada y bien educada como ella. Tampoco debería estar en boca de su hermana.
Gira la cabeza, apartando la mirada del cuerpo sobre la cama, y cierra los ojos, sabe que Bella ha notado el escalofrío que le ha recorrido el cuerpo. La conoce, la observa. Sabe que ahora mismo la está violando con la mirada y no le importa, le da igual, es más quiere que deje de violarla con la mirada y la viole de una vez, que la obligue ha hacer todas esas cosas que no deberían pasearse por su mente, todas esas cosas que no hicieron anoche. Y que quiere hacer hoy, ahora, ya.

Bella se ha jactado, desde que lo descubrió, de su debilidad, “no puedes ser tan buena como aparentas Cissy, no puedes ser tan perfecta hermana” le dijo una vez. Ahora sabe que su debilidad, que su perversión más profunda tiene el pelo negro, piernas largas, voz peligrosa y nombre de mujer. Todo aquello que las mujeres y ese licántropo ven en su primo Sirius es todo lo que ella no ve en él y ve en su hermana. Ese genio que ralla lo malévolo, esa peligrosidad que ralla la locura, esa expresión que ralla lo cruel y esas palabras que rallan lo irracional es lo que ha Cissy le pone, la enciende como una pira. Nunca ha podido resistirse al encanto oscuro de Bellatrix, ni de niña cuando la convencía par robarle los lazos a su elfina doméstica par reírse mientras ésta se castigaba y luego su madre la azotaba por perder unas cintas de seda carísimas, o cuando la retaba a quemar la alfombra persa del s.XVII del estudio de su padre y echarle la culpa a un elfo que ha Bella le caía mal, o cuando la convencía que no pasaba nada si dos hermanas se tocaban.
Aún no puede dejar de resistirse, no incluso cuando acaba de casarse con un marido maravilloso. Le da igual porqué cuando Bella le susurra ese Cissy y la devora con esos ojos encendidos no puede decirle que no. Le es físicamente imposible. Y ahora que Bella se ha pegado a ella y cuela una mano entre los pliegues de su bata de seda japonesa no puede más que gemirle al oído y decirle entrecortada:
- No lo sé…

**
No seáis malos con los comentarios =( que es mi primera vez!
Sin título estoy un poquito atascada y necesito inspiración, así que paciencia amig@s!

17 de octubre de 2010

Implosión psiónica

Recomendada la ingesta de estupefacientes u otro depresor/alucinógeno para leer esto. Muy recomendado


Había pasado una caca por el río cuando un mejillón se la comió, pero después apareció un kamikaze humano que pescó el mejillón. Dijo:

- Mmm... ¡Rico!
- Ah... ¡No me mees que salto encima con chanclas y cagó la caca tan rica que tengo dentro del estómago!
- Yo también llevo caca en el bolsillo, que es azul y huele a frutos carnosos.

El kamikaze miró del revés al adversario con frialdad y dijo:

- Eres demasiado joven para comerte además tengo una granja en Bulgaria donde podrías no conectar con tus compañeros de navidad.

En ese momento un zerg malvado se comió una lechuga podrida y psiónica, se cabreó gritándole al mejillón: "¡¡Voy a morir de gingivitis y solo tu tienes la caca que salvará la cooperativa del kamikaze de Fresno de Zayago!!"
El mejillón corrió y corrió pero su velocidad le hizo caer encima de David el Gnomo que exclamó: "¡Soy un gnomo radioactivo! ¡Ay, putita se ha mojado mi guarida!"

-Lo siento, pero me fui de vareta con la tía Enriqueta.
- ¡Éxtasiiiiiiiiiiiiis, éxtanooooooooooo!
- ¿Es un club?
- Es mucho más que eso; hay cucarachas muy sexys e interesantes. Yo fui anoche y aun no he vuelto.
- ¿No me llevarías a mi seta alucinógena después de misa?
- No sin una cucaracha monja, que sinó me tentará.

De camino a la seta se encontraron al zerg gingivitando en el suelo y convulsionándose encima del kamikaze que gemía placenteramente al creer que por fin lo había conquistado pero en un ataque de locuca el zerg le arrancó la cabeza.
El mejillón tuvo un apretón y David el Gnomo le desabrochó la cremallera del mono de Breshka porque no tenía brazos, entonces David el Gnomo se enajenó y se fue haciendo el pino cantando "Soy la reina de los mares" y el mejillón, de tanta fuerza que hizo, implosionó y de la fuerza de la implosión la caca voló, voló y voló hasta llegar al río donde vivió feliz y no comió perdiz.

FIN

Creación colectiva en una pizzería.

20 de septiembre de 2010

Sin título IV

Saca el papel impreso de uno de los bolsillos de su trenca a cuadros marrones y crema. Es un plano que ha sacado de Internet. Ha quedado en no-se-qué café en no-se-cual calle, tiene el recorrido subrayado de rojo, nunca ha sido buena orientándose y ha salido media hora antes de lo previsto por la dicha página de donde había sacado el pequeño plano. Se ha perdido en un par de calles, pero parece que está a punto de llegar al sitio. Una ráfaga de viento frío le hace estornudar y subirse el cuello de la trenca.

Un frío octubre, mucho más frío de lo usual e igual de lluvioso que de costumbre, ha llegado. Mira el plano y ahora tiene que girar hacía la derecha. Sin darse cuenta lleva ya dos meses en la universidad, dos meses que han sido de idas y venidas de la capital a casa, de casa a la capital; a penas a salido por la gran ciudad, como mucho con un grupo de compañeros a algún tasca cerca de la facultad. No se ha movido más y esa zona no se la conoce, para nada.

Amaina el paso, porque según su papel arrugado, esa es la calle donde está el café. Mira el reloj del móvil y parece que llega justo a la hora. Bien, Mercè suele retrasarse al menos 5 minutos, casi siempre. Entonces lo lee:

“Cafè Espècies”

Vale, es ese. La puerta es de madera color cerezo, ya desgastada y con más de una raya y muesca, y solo se ve el interior por una pequeña ventana con los cristales no del todo translúcidos y llena de recipientes con especias y sus nombres etiquetados. Empuja la puerta y una ola de calor le da la bienvenida. Cuando inspira siente como el humo se cuela por su nariz y estornuda de nuevo. Suena música pero lo suficientemente baja como para que la gente pueda hablar sin gritar. Decir la gente sería muy, demasiado, genérico. Si concretamos habría que decir que “las mujeres que había allí no tendrían problema para hablar”. Entonces se da cuenta que esta siendo observada, muchas de ellas se han vuelto para ver quien había entrado. No la conocen. Una nueva y sola.

Julia agacha la mirada, carraspea y barre con la mirada el sitio para buscar un lugar libre. Hay una mesa al lado de la ventanita, cerca de la puerta. Casi antes de sentarse tiene una camarera a su lado, dándole la bienvenida y queriendo tomarle nota.

- Estoy esperando a una amiga.

- ¡Ah!- exclama. Es alta, lleva el pelo corto y una sonrisa calida en la cara- Claro, cuando estéis listas tu amiga y tu me avisáis- la pelicorta le guiña un ojo y se dirige a la barra.

Cuando se ha quitado la trenca y el pañuelo, levanta la vista y la chica de la barra esta señalándola con la cabeza y hablando con su compañera que no le quita ojo de encima. ¿Dónde coño han quedado?

Cuando está a punto de mirar la hora se abre la puerta y aparece una cabeza llena de rizos pelirrojos. Saluda con una cabezada a las camareras.

- ¡Mercè!- Julia la llama y mueve la mano en alto. La tarongeta la ve- ¿Qué tal?

- Bien, bien- se sienta y se quita la chaqueta vaquera que deja en el espaldo de la silla de mala manera- Siento haber tardado- se disculpa.

- Se me ha hecho eterna la espera- le confiesa Julia, con un bufido. Mercè levanta una ceja interrogante- Todas me miraban y luego la de la barra me…

- Buenas, ¿qué os pongo?- le interrumpe la camarera de pelo corto.

- A mí un chocolate calentito- pide Mercè. La camarera se ríe.

- Qué golosa eres…

- No sabes cuanto- se relame sin despegar la mirada. Julia tiene los ojos como platos… están ¿coqueteando?

- ¿Tú, Jul?

- Eh…-despierta de su estupefacción- No sé… Un café con leche.- La camarera le toma nota y con una última mirada y un guiño a Mercè se va a la barra a prepararlo.

- Eh, eh- le llama la atención Julia- ¿Estabas ligando con esa?

- ¡¿Qué?!- ríe- Puede ser…

- ¿Delante de mí? ¿Es que no tienes un mínimo de decencia?- le espeta haciéndose la ofendida. Mercè vuelve a soltar una carcajada y le coge la mano por encima de la mesa.

- Sabes que mi corazón es todo tuyo desde que vi como rebozabas tus chupa-chups en la arena.

- Serás cabrona- ríe Julia- Como sabes tocarme la fibra sensible.

- Te conozco demasiado.

- Estoy de acuerdo.- Ríen a carcajada limpia.

La camarera vuelve y les trae el pedido. Sonríe ampliamente y tiene unos ojos marrones grandes que miran intensamente a Mercè, cuando lo deja todo se despide con un “para lo que queráis estaré por aquí” que podría decirse que iba muy dirigido a la pelirroja. Cuando vuelve a la barra Julia le pregunta:

- ¿Cómo va todo?

- Va bien… Hemos tenido un examen de teoría musical…- Se aparta los rizos de la cara poniéndolos detrás de las orejas- Ha sido horrible- concluye.

- ¿Tan mal te ha salido?

- Pues sí. No había estudiado nada…

- Joder Mercè, ¡si es que no paras!- le reprende Julia- Estos dos últimos findes ni siquiera has aparecido por el pueblo. Según tu madre tenías que estudiar- tuerce el gesto- aunque obviamente no es lo que has hecho…

- Siento no haber ido estos días… ¡Es que nunca me pude imaginar que esto fuera así!

- ¿Así cómo?- le pregunta desconcertada Julia.

- Qué pudiese ser tan liberador…- Julia sigue interrogándole con la ceja alzada- He salido por sitios que ni en mis sueños y he conocido chicas que a las que no les parezco un bicho raro…

- Nunca has sido un bicho raro- Mercè la mira con sarcasmo- Es verdad, no me mires así. Además para mí nunca has sido un bicho raro…

- Lo se, no me refería a ti.- Mercè se inclina en la mesa- Pero Jul, he conocido chicas como yo. Este es un sitio de chicas como yo.

- Ya decía yo, tanta miradita…- refiriéndose al escrutinio anterior.

- No te sentirás incomoda, ¿no?

- Nunca me he sentido incomoda con tu homosexualidad. Me siento incomoda cuando todas me miran; quiero decir cuando tanta gente me mira…- Mercè se ríe bajito y la coge de nuevo la mano.

- Eso pasa cuando entra alguien nuevo. A mi me hicieron lo mismo.- le guiña un ojo. Dando por zanjado el tema Mercè le pregunta- Bueno y… ¿A ti como te va?

- Nos están matando a trabajos- Julia se tapa con la mano libre los ojos y después, mientras habla con los ojos cerrados, se masajea el puente de la nariz- No puedo imaginarme como será dentro de un mes… ¡No voy a caber en mi cuarto!

- ¡Qué exagerada! Siempre has sido una hiperbólica.

- ¿Hiperbólica? Menuda palabreja.- Mercè le saca la lengua. Julia se suelta de su agarre y bebe le da un largo trago a su café. Mercè la imita.

Siguen así, hablando y bebiendo, pidiendo un pastel de limón que Mercè jura que “Esta de muerte Julia” para acabar con Julia dándole la razón. Sigue la conversación. Hablan de la universidad, de la convivencia con sus compañeros, Mercè le pregunta a Julia sobre Vicent, Julia le cuenta que parece estar tonteando con una chica de su curso, pero de otro grupo diferente “Escultora, bueno, que quiere dedicarse a la escultura. A Vicent le parece genial porque si puede hacer obras de arte con las manos a saber que puede hacer en la cama” Mercè le contesta que está como una chota y Julia le da la razón.

- Es un destarifao.

- Totalmente de acuerdo.

Empieza a llover y es viernes. El último autobús sale a las ocho y media. Se levantan juntas y se dirigen a la barra, Mercè le pide el dinero a Julia y le dice que espere fuera, a lo que Julia obedece. Cuando sale se da cuenta de lo calentito y a gusto que se estaba ahí dentro. Hace frío y está chispeando, no lleva paraguas y no ha visto que Mercè lleve, espera que no tarde.

A los cinco minutos sale por la puerta y se choca contra Julia, que le mira interrogante, Mercè le sonríe ampliamente.

- Tengo una cita mañana.

- ¿Con la camarera?

- Exacto.- Julia la abraza por el hombro y juntan las cabezas.

- Me alegro tarongeta.

Se marchan calle abajo juntas, con las manos dentro de los bolsillos, Mercè le recrimina el que le llame como su madre, Julia rebate que cuando no está su madre biológica ella se convierte en su tutora y tiene todo el derecho y casi la obligación de llamarle por ese apelativo infantil y cariñoso. Mercè se resigna y pregunta al aire:

- ¿Qué haría yo sin Mamá J?

5 de septiembre de 2010

Sin título III

Julia se remueve y parpadea con fuerza para aclarar la vista. Entrecierra los ojos porque la luz le quema las retinas. Tiene la boca pastosa y el estomago revuelto, la cabeza le da pinchazos, supone que de ahí que la luz le parezca tan intensa. Se incorpora poco a poco, para tratar de evitar que su cabeza palpite con fuerza. Huele a sal y a pez, aún están en la playa, desde anoche.

Anoche…

Mercè duerme a su lado y le pasa un brazo por la cintura, Vicent esta despatarrado sobre la arena a su otro lado. Las dos botellas de mistela están medio enterradas en la arena blanca.

Anoche. Anoche recuerda que quedaron después de cenar en la cala de siempre, cerca de casa de Mercè pero oculta de miradas indiscretas y maternas. Ella ya estaba en casa de la pelirroja cenando, así que se bajaron juntas y al cuarto de hora recuerda que llegó Vicent sonriente y con una botella en cada mano, interrumpiendo la conversación de las chicas.

- Os he traído un regalito…- canturreó Vicent refiriéndose a las botellas.
- Bien- recuerda que asintió Mercè y señalándola con el dedo informó- Porque Julia lo necesita.
- ¡No necesito beber!- rebatió Julia.
- ¡Oh, claro que necesitas beber!- Se dirigió hacia Vicent y cogiéndole de la camiseta le obligó a agacharse y con un susurro confidente, aunque lo suficientemente alto para que su rubia amiga lo oyese, le dijo- Lleva todo el día hablándome de lo mismo.
- ¡No es verdad!- desmintió. Vicent solo bufó y sonrió un poquito.
- ¿Qué ha pasado?
- Ale, haya vamos de nuevo- se resignó Mercè y Julia le pegó un flojo puñetazo en el hombro. La tarongeta se sobó el hombro y se tumbó en la arena.

Julia le contó lo que había pasado ayer, el como estaba en la playa y había aparecido una gilipollas de la nada y se había puesto a importunarla y a burlarse de ella como si fuera un puto deporte olímpico el meterse con ella, sus canciones y su pueblo. A Mercè le parecía sumamente exagerada la manera tan indignada con la que contaba una y otra vez la misma historia. Parece ser que Vicent también lo encontraba exagerado, pero se guardó de decir nada al respecto.

- Eh, olvídate de esa. Seguro que no la vuelves a ver en tu vida.
- Eso espero- dijo Julia.

Recuerda que después de eso abrieron la primera botella y hablaron, jugaron y bebieron. A la hora había caído la primera botella y ya iban perjudicados, pero continuaron con la siguiente que les duró otras tres horas. Eran las cuatro de la mañana cuando reían a voces sin pensar que alguien podía oírles y Mercè propuso jugar a “yo nunca” pero, como no les quedaba más bebida, tenían que quitarse una prenda. Julia rebatió que ese juego entre ellos era absurdo, eran amigos y lo sabían todo de todos. Vicent aceptó, no podía perder la oportunidad de ver a Mercè sin ropa, era lo único que tendría de ella. A parte de su amistad, claro.
Empezaron a jugar y fueron Julia y Mercè las que se quitaron más prendas. Se hicieron todas las jugarretas posibles entre ellos, incluso las chicas se aliaron como último recurso ante las preguntas de Vicent. Poniendo sobre la mesa todo los momentos ridículos y innombrables del moreno.

- Sois unas malas perras, ¿lo sabéis?- La respuesta de las chicas cuando se quitó los pantalones fue chocar las manos y sonreírse.

Habían ganado. A Vicent solo le quedaba la ropa interior por quitarse, Mercè aún le faltaban los calcetines y a Julia la camiseta. Sin previo aviso Vicent se levantó y embistió contra ellas cogiendo a Mercè, la más pequeña y ligera por la cintura, cargándosela al hombro y corrió hacia las olas donde la tiró.

- Ni se te ocurra- le avisó amenazante aún sentada Julia cuando volvió.

Aunque su mirada intimidaba un poco, Vicent, mojado de cintura para abajo, no se achantó y la arrastró de los pies hacia al orilla. Julia intentaba zafarse de sus garras, pero no dejaba de reír. La primera ola la sorprendió y se atragantó. Vicent la soltó y de repente una cosa pequeña y pelirroja le asaltó por la espalda tirándolo casi encima de Julia.
Fue al rato, cuando ya estaban mojados y salados de arriba abajo, cuando habían estado borrachos saltando olas, fue entonces cuando Vicent empezó a cantar a grito pelado:

Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...

- Eso de “cantor” lo dudó…- le susurró con Mercè a Julia, riéndose las dos después como tontas. Cantaron con él:
¿Qué le voy a hacer si yo…
Nací en el Mediterráneo?
¡Nací en el Mediterráneo!

Sonríe después de recordar la noche. Tiene ganas de reír pero no quiere despertarlos, aunque sería hora.
Está será la última fiesta junto al Mediterráneo antes de empezar la universidad. Y la recordará toda la vida.

20 de agosto de 2010

Sin título II

Está sola, hoy. Vicent ha bajado a la capital ha comprar no-se-qué material para el curso que iba a empezar y Mercè está ayudando a su madre a limpiar y pintar la barca que usa para ir a pescar. Así que se baja a la playa, aunque era verano ya no se ve tanto turista ni tanta gente a estas horas, ha amanecido con un cielo repleto de negras nubes de tormenta que parecen reticentes a marcharse. Seguramente habría tormenta por la noche.
Y allí está, sentada en la arena con la guitarra entre sus manos preparada para desgranarle a la mar alguna melodía.

La brisa del mar mezclada con el viento de tormenta remueve sus cabellos dorados y oye tintinear sus pendientes cuando chocan contra su cuello, cierra los ojos y respira profundamente.

A su abuela le gustaba pasear por la playa justo antes de que se produjeran las tormentas. Su abuela Julia. No sabe porque sus dedos rozan las cuerdas de la guitarra, tocan los acordes de una canción de los Beatles que lleva su nombre. Aún con los ojos cerrados se sumerge en la canción y murmura la letra.

Julia, Julia, morning moon, touch me
So I sing a song of love, Julia.
When I cannot sing my heart
I can only speak my mind, Julia.
Julia, sleeping sand, silent cloud, touch me
So I sing a song of love, Julia

Está tan concentrada en la canción que incluso parece formar parte de ella y le parece que otra voz canta la canción. Incluso los “mmms” le suenan más vibrantes y cercanos. Pero, como todo, la canción llega a su final con un sin fin de “Julias”, y deja de rozar las cuerdas y le embarga un sentimiento nostálgico… Pero el momento es casi perfecto: las primeras gotas de lluvia, la mar, los restos de una canción agridulce y…

- Estos Beatles siempre tan cursis.

Julia tan ensimismada y concentrada en la canción pega un pequeño bote asustada. No se había percatado de que nadie más estaba allí y se gira y la ve: es una joven de pelo negro y corto, labios pintados de rojo que sujetan un cigarro medio consumido, y chupa de cuero ajustada al cuerpo que la mira con una sonrisa de medio lado un tanto perturbadora y ojos burlones.

- Aún así parece que te sabes la canción- le contesta un poco azorada, con las mejillas un tanto tintadas de rojo. Sorprendida con las defensas bajadas.
- Son cosas que pasan, nena- le guiña un ojo y le da una calada al cigarro- ¿Te he asustado?- pregunta con un tono de burla.

“Gilipollas” piensa Julia. Pero ¿quién coño se cree esa para burlarse de ella? ¿Por qué coño sigue ahí plantada? ¿Por qué la mira tan fijamente? ¿Por qué le está poniendo tan nerviosa?
Julia vuelve a girarse para fijar su mirada en el mar cuando siente que la chica se ha sentado a su lado, muy cerca y demasiado.

- ¿No te aburres en este pueblucho?

¿Pueblucho? Entrecierra los ojos sin dejar de mirar las olas. Esperando a que la otra chica se canse de su silencio, se levante y se largue de una vez. Qué se largue con ese perfume que despide mezclado con tabaco que le resulta un poco mareante y que se lleve con ella las putas mariposas de su estómago.

- ¿Cómo te llamas?-le pregunta, Julia se gira y ve cono pega su última calada al cigarro consumido, como el humo sale de entre sus labios pintados y se marcha con el viento de tormenta, y la hipnotiza. Un chasqueó de lengua le devuelve al mundo.
- Julia- contesta secamente, volviendo a fijar su mirada en el agua marina. Determinada a no volver a mirarla.
- ¿Cómo la cursilería que has tocado?- se ríe y un escalofrío de rabia recorre el cuerpo de la rubia, solo y solamente de rabia- Seguro que tus padres se magrearon con esa canción.
- Seguro- contestó sarcástica.
- Me largo- informó la pelinegra- Hasta nunca nena- se levanta y se espolsa la arena sin ningún cuidado por su se la tira a Julia que solo aprieta los dientes. Con grandes zancadas se aleja de allí y al rato desaparece con el rugido de una moto carretera abajo, dirección a la capital.

Eso espera Julia, que sea “hasta nunca”. Menuda desagradable gilipollas, si todos en la capital son así no sabe como coño va a conservar la cordura y el pacifismo, porque ha tenido verdaderas ganas de rodearle el cuello con las manos, tumbarla e inmovilizarla contra la arena y besarla hasta que deje de respirar…

¡¿Besarla?! Quería decir “ahogarla” no besarla. ¿Para qué? No es como si ella quisiera besarla. No, no, no. A Julia no le gustan las mujeres, no. Menos aún esa gilipollas insufrible. Esas mariposas y sentir la cabeza totalmente embotada de sangre ha sido por la rabia, los nervios no eran ese tipo de nervios. No. Le temblaban las manos por la rabia, la furia que ha despertado y que nunca había sentido.

Entre sus cavilaciones empiezan a caer las primeras gotas de tormenta y un rayo cae mar adentro. Cuando se da cuenta está bastante mojada y la mar se ha enfurecido de la misma forma que ella. Cogiendo la guitarra sin taparse la cabeza corre lo más rápido que puede hacía casa. Necesita sentir el viento frío chocar contra su cara.

Porque está tan caliente de furia que siente que va a arder espontáneamente si no se le enfría la cabeza y el cuerpo.

15 de agosto de 2010

Sin título I

Julia. Todos la llaman Julia. Por su segundo nombre, el nombre de su abuela materna. Ya se ha acostumbrado, su primer nombre es como si no hubiese existido nunca, solo se acuerda de él cuando algún desconocido hojea su DNI o cuando le llama algún nuevo profesor. Siempre le ha costado responder a ese ajeno nombre. Ella es Julia, y siempre será Julia. Esa niña de cabellos rizados y dorados, ya no tan rizados e igual de dorados; con esa sonrisa amplia, expansiva y sincera que se ha dulcificado; esa niña delgadita y bajita, ya más curvada y no tan alta como hubiese deseado; esa niña de grandes ojos azules y expresivos que miraba el mundo con un inmenso interés; interés que ha menguado con los años. Se ha convertido en una joven que aparenta menos de lo que tiene, pero sabe más de lo que aparenta.

Le encanta el mar, nunca podría vivir sin saber que cerca suyo esta el mar. Le gusta tocarle baladas al mar, es su más íntimo confidente; cantarle sus alegrías y tristezas a capela, mientras llora o ríe. Lee la prensa por la mañana mientras mastica una tostada con mermelada de frutas de frambuesa y bebe zumo de naranja; estudia por las tardes, lee Whitman por la noche y fantasea con un mundo mejor y menos real que en el que vive. Escucha música de otro siglo, loa a los grandes de los '70 mientras susurra sus letras y aprende sus acordes. Esa es Julia, la que está estudiando duramente en su último año de instituto para poder entrar en la facultad que quiera, porque, entre una de las cosas que es Julia es bastante más insegura de lo que le gusta reconocer; sopesa las cosas mil y una veces e intenta no dar pasos en falsos porque riesgo no es una de las palabras que entra en su vocabulario personal.

Julia tiene amigos, pocos, se pueden contar con la palma de una mano, siempre ha sabido que era suficiente. Pocos, muy buenos, confiables. La conocen al dedillo y ella los conoce a ellos y los quiere aunque a veces tenga ganas de tirarlos por la ventana. Mercè toca el piano y a veces se juntan en su casa, cerquita de la costa, y le tocan a la noche; al mar y a la luna. Mercè, con esos ojos miel, llena de pequeñas pequitas que se llenan de color en verano, con esa dulce voz y esa melena leonada llena de rizos pelirrojos: tarongeta la llama su madre a lo que ella frunce el ceño, pero se sabe que el día que no oiga más ese apodo llorará hasta al extenuación. Su madre es la única familia que tiene- después de que muriese su abuelo- y la pescadora se esfuerza para que su hija tenga estudios y un futuro mejor. Julia vive con sus padres, matrimonio de esos que poco quedan, de esos en los que aún se respira amor entre los cónyuges incluso después de 20 años juntos, su abuela materna también murió y sus cenizas las cobija ahora el mar. Vicent es su otro pilar, ese chico con el que se puede hablar de todo, en cualquier momento y con cualquier entonación e intención. Es con el que comparte largas charlas filosóficas mientras él está pescando en el espigón, a la luz del atardecer mientras Mercè tararea alguna cancioncilla tradicional y busca algún bicho de mar entre las grandes rocas, con los vaqueros arremangados por encima de los muslos. Vicent, al que llaman van Gogh, porque se le da de miedo pintar y lo hace de una manera tan expresiva que te se saltan las lágrimas al ver tanto talento en tan poca chicha. Vicent es alto, espigado y delgado. Lleva el pelo negro muy corto y barbita de pocos días. Es más mayor que ellas, un par de años, aunque no los aparente. Estudia en la capital Bellas Artes pero vuelve todos los días en autobús a casa; les confesó que no podría estar un día fuera de su pequeño pueblo y lejos de su gente. Tiene las manos finas y tersas como las de una chica y tiene los ojos más bonitos que Julia ha visto nunca rodeados de una espesísima fila de pestañas negras, de un color indescifrable que muda con su humor y con el tiempo. Se lleva de miedo con la madre de Mercè con la que se va muchas noches a pescar y vive con sus tíos- sus padres murieron en un accidente cuando él era un renacuajo- y los considera sus padres. Su tía es profesora del instituto y Julia mantiene largas charlas con ella sobre política y actualidad. Muchas veces se reúne con ella después de las clases.

Si algún día le preguntaran cual es, hasta ahora, el mejor día de su vida diría que aquel en el que Mercè, Vicent i ella se tumbaron en la playa a ver la lluvia de estrellas de finales de Julio, con el mar lamiendo sus cuerpos tumbados en la orilla. Una noche muy cálida y con apenas brisa marina. Ese día en el que rieron y hablaron y vieron salir el sol y se durmieron enredados los unos en los otros mientras los primeros y más madrugadores pescadores salían a la mar.

Por supuesto a Julia le gustan los chicos. La primera vez que conocieron a Vicent estuvo a punto de enrollarse con él pero ambos sabían que no iba a funcionar. Vicent bromea con Mercè cuando mira más de lo que debe a una chica y ella solo le guiña un ojo y le saca la lengua. No ha dicho nada nunca, pero no hacen falta palabras cuando se conoce a una persona tan bien como Julia conoce a la tarogeta. Julia se ha percatado que Vicent también suele mirar más de lo debido a Mercè, aunque sabe que la guerra está perdida de primeras.

Claro, lo que Julia no sabía mientrás estaba sentada en el balcón de su habitación con los pies colgando de entre las barabdillas blancas, mientras respiraba la brisa del mar y escuchaba 'Till tomorrow era que esa y otras muchas cosas más estaban a punto de quebrarse como la tierra en tiempos de sequía. Que esa seguridad fingida suya iba a desplomarse sin previo aviso una tarde de verano.

1 de agosto de 2010

I

Atraviesa la puerta, sin darse cuenta que no ha llegado a cerrarse del todo. La casa está en penumbra, la luz de las farolas atraviesa los cristales sin cortinas echadas. El silencio se rompe por la respiración acelerada de alguien que está al borde de un ataque de nervios, sin oxígeno que le llegue a los pulmones, al cerebro, al corazón…

“¿Corazón? ¿Como puede tener alguien como ella eso?”

Tiembla de arriba abajo. Da dos pasos y enciende la luz. Toda la estancia se ilumina. Se refleja en el espejo y se ve llena de sangre, de la cabeza a los pies, sus ojos incrédulos se reflejan en el pequeño espejo. Se asusta y trastabilla hacía atrás cayendo al suelo, sus manos manchan la moqueta de carmesí.
- ¿Qué…qué coño está…?
Rompe a llorar. Se siente sucia, confusa, asustada, horrorizada. La angustia atenaza su tráquea, la ahoga. Vomita.
Su mirada es la del máximo estupor y sorpresa. Esta paralizada. No sabe qué hacer, cómo reaccionar.
- Heather…
Así se llama. La están llamando.
- Estoy aquí…- susurra, sin mover más músculo que la lengua- Estoy aquí- reacciona, se agacha a su lado y la abraza fuertemente. La mece contra si mientras oye sus sollozos quedos y rotos- Estoy aquí- repite mientras le acaricia la cabeza.

Han pasado 3 semanas y no hay un día en el que Heather se levante sin tener pesadillas. No hay un día que no piense qué pasó esa noche. Pero, no sabe porqué, tiene miedo a preguntar, le asustan a las respuestas… Pero ¿hay respuestas?


**
No prometo que continue. Siento que sea tan poca cosa y que no valga mucho la pena, pero desgraciadamente últimamente no doy para más.