1 de agosto de 2010

I

Atraviesa la puerta, sin darse cuenta que no ha llegado a cerrarse del todo. La casa está en penumbra, la luz de las farolas atraviesa los cristales sin cortinas echadas. El silencio se rompe por la respiración acelerada de alguien que está al borde de un ataque de nervios, sin oxígeno que le llegue a los pulmones, al cerebro, al corazón…

“¿Corazón? ¿Como puede tener alguien como ella eso?”

Tiembla de arriba abajo. Da dos pasos y enciende la luz. Toda la estancia se ilumina. Se refleja en el espejo y se ve llena de sangre, de la cabeza a los pies, sus ojos incrédulos se reflejan en el pequeño espejo. Se asusta y trastabilla hacía atrás cayendo al suelo, sus manos manchan la moqueta de carmesí.
- ¿Qué…qué coño está…?
Rompe a llorar. Se siente sucia, confusa, asustada, horrorizada. La angustia atenaza su tráquea, la ahoga. Vomita.
Su mirada es la del máximo estupor y sorpresa. Esta paralizada. No sabe qué hacer, cómo reaccionar.
- Heather…
Así se llama. La están llamando.
- Estoy aquí…- susurra, sin mover más músculo que la lengua- Estoy aquí- reacciona, se agacha a su lado y la abraza fuertemente. La mece contra si mientras oye sus sollozos quedos y rotos- Estoy aquí- repite mientras le acaricia la cabeza.

Han pasado 3 semanas y no hay un día en el que Heather se levante sin tener pesadillas. No hay un día que no piense qué pasó esa noche. Pero, no sabe porqué, tiene miedo a preguntar, le asustan a las respuestas… Pero ¿hay respuestas?


**
No prometo que continue. Siento que sea tan poca cosa y que no valga mucho la pena, pero desgraciadamente últimamente no doy para más.

1 comentario:

Esther Moreno Morillas dijo...

¿Que es lo que le había ocurrido?, ¿por que le amenzaban tan terribles pesadillas?
Espero que lo continues, que me dejaste intrigada.
Un beso!