21 de noviembre de 2008

El Canto oscuro del Cisne al Cuervo

Caía la noche, la suave y fría brisa de invierno removía la hojarasca otoñal, aún resistía los embates del duro invierno. Persistentes hojas. El cielo púrpura, cuajado de pequeñas estrellas, donde la argente Selene era desafiada por unas dispersas pero grises nubes. Reflejada toda esa guerra en el lago quieto de bordes congelado…

Imposible contabilizar cuantas lunas llevaba acudiendo a aquel misterioso lugar. Imposible saber cuántas noches llevaba, postrado, velando su tumba… Desde hacía días yacía Ella dentro de una absurda caja de nogal. No había lápida que señalara su lugar de descanso eterno, solo un postrado y sumiso árbol ennegrecido y seco por dentro. "Como él desde que todo ocurrió". La tierra removida delataba que allí Ella enterrada estaba. "Aún recuerda el día que la encontró…"Muerta.

***

Caminaba por las calles llenas de niebla y vapores, con pasos raudos. Sus botas de piel resonaban entre las paredes de las estrechas callejuelas por donde pasaba. Al doblar la esquina un escalofrío recorrió su columna y sintió un frío gélido expandirse por su cuerpo. Dentro de su cabeza había escuchado un grito aterrador. De muerte. De Ella. Apretó tanto el paso que sin darse cuenta acabó corriendo hasta el lugar donde se dirigía.

Cuando llegó, sin demora, cruzó la puerta sin saludar y subió las escaleras de moqueta roja. Llegó hasta la última planta y se cruzó a un hombre al que ni siquiera prestó atención y no devolvió el saludo. Abrió la puerta y la llamó. Cuan grande fue su horror al divisar el cuerpo pálido e inerte reposar grotescamente sobre el sillón victoriano. Olvidó como respirar, su corazón cesó todo movimiento y sus ojos fijos en el horror repasaron el cuerpo de su amante. El de Ella.

Reposando, lánguido y sensual, blanco como la nieve virgen, sobre el sillón granate se encontraba su cuerpo. Su cabello casi plateado, revuelto. Su mano caía pesada hacia el suelo, donde sus dedos se manchaban con una sustancia viscosa proveniente de sus muslos. Su pálida mostraba varios arañazos en su mejilla, su boca estaba amordazada y sus ojos abiertos le devolvían una mirada vacía

Fue consciente de él mismo de nuevo, cuando notó dos lágrimas cálidas rodar por sus mejillas hasta perderse en el cuello de su camisa. Desembarazándose de su sobrero y de su chaqueta se dejó caer de rodillas, sin importar cuanto daño le causara, frente al cuerpo de su amada. Abrazó su frío cuerpo, quitándole con brusquedad la tela que la amordazaba, observando su mueca aterrorizada, en sus labios, antes rojos ahora amoratados, quedaba el último resto de aquel grito ahogado que él había sido el único que lo había oído.

Maldijo y lloró abrazado a su hermoso cuerpo, acariciando su bello y brillante cabello, lamiendo sus arañazos y heridas, besando sus violáceos labios, acariciando su piel de porcelana, limpiando sus manchados muslos con su lengua…

Una mañana gris, llena de nueves grises que amenazaban tormenta de blanca nieva, enterró su joven y bello cuerpo dentro de esa caja de nogal que había conseguido. Y con sus propias manos cavo su tumba, la posó junto a tres flores- una orquídea, un crisantemo rojo y una rosa roja- y despidiéndose con un beso "agitando las hojas de la poesía" la enterró entre la tierra húmeda…

***

La noche había caído y su Reina irradiaba destellos de plata sobre el lago. Y allí estaba, atormentado, guardando su muerte, castigándose por no haber guardado su vida… Pudriéndose su espíritu, como el cuerpo de su amada. Volviéndose loco por segundos, maldiciéndose, culpándose cada insulso momento de su existencia en está tierra. Para él ya no tenía sentido. Con las manos manchadas de aquellos que habían acabado con la vida de su bella durmiente. Sin siquiera pensarlo, impulso de la lujuriosa luna, empeño de su atroz locura, de sus anhelos por verla de nuevo, por sentirla. Con sus manos empezó a cavar entre la tierra hasta rozar sus uñas sucias y manos la tapa de aquella ataúd. Levantó la tapa y descubrió su cuerpo vestido con ébanos y caros ropajes victorianos que había mandado confeccionar solo para Ella.

Y así, el acuclillado y Ella yaciente, con los ojos cerrados, rozando sus largas y negras pestañas sus pálidas mejillas, sus labios pintados con carmesí carmín, su tez totalmente serena. Sus manos, entrelazadas, sujetaban inertes las tres flores que el había posado, ya podridas entre sus dedos…

Con la fuerza que da la locura, sacó a su amada de la tumba y bajo el amparo de la lujuriosa Luna la desnudó para que todos los seres pudieran observar su etérea belleza. Con un movimiento de muñeca soltó el moño que recogía sus largos cabellos plateados. Por fin, de nuevo, desnuda: "Ensartada en mi vista, desnuda Ella se balancea…" y expuesta: "Su exquisito cadáver, encontrado apto para la diversión".

La besó. Recorrió su cuerpo solo rozándolo con los labios. Vio "su lujuria seguir manchando sus muslos". Sintiendo la furia hacer arder su carne, mordió cada parte de su cuerpo, posado sobre la fría hojarasca de otoño, "era como un licántropo hasta que la luna se veló". Arañó sus piernas, hundió sus manos entre su pelo, lamió su carne. La amó, sin apenas desnudarse. La amó, por última vez, a los ojos del mundo.

***

"Ahora sueño, escondido en las puras nubes del dulcísimo olvido". En una fría celda, inmovilizado de por vida, condenado a estar sin Ella pero si con torturas físicas. Loco le llaman a él. "Grito a través de mis rejas a las estrellas que por estos crímenes míos me consuelan". Loco de amor. Loco por ella. Y con la escapatoria en su mente agoniza anímicamente. La ve a Ella. Siempre… "Cuando con nuestros fantasmas en la niebla los dos no volvamos nunca…" La ve tendiéndole su mano, con su sonrisa traviesa, su mirada de argente. Porque no está loco, sino muerto por dentro…

"Clarissa…"

*** *** ***

· Inspirada en una canción de Cradle of Filth llamada “Swansong for a Raven”, del álbum de “Nymphetamine”. El relato tiene fragmentos de la canción traducidas al español por mí (no se si habrá algún error en cuanto a la letra inglesa).