30 de junio de 2008

Cansada de las Sombras

El Sol nacía de nuevo como cada mañana, la ciudad ya despertaba, pero quedaba alguien inquietó en la cama, una criatura en sombras. Pronto los rayos del astro, como una caricia del amado, tocaron su cuerpo enterrado entre las sábanas de marfil, tras las abundantes pestañas negras se abrieron temblorosamente sus ojos aguamarina, con delicadeza se estiró cual gato y bostezó. Levantándose con lentitud la desdicha se colocó de nuevo en su débil corazón y con la faz triste suspiró como si de entre sus labios se le escapara el alma. Con parsimonia se levantó y ante el espejo se contempló, tan bella como siempre, con sus cabellos cayendo cual bucles de bronce enmarcando una pálida y delicada faz de labios rojos y carnosos, nariz pequeña y respingona, ojos grandes y pupilas aguamarina… Pero nadie podía apreciar dicha belleza, “estoy tan cansada de las sombras” solía decirse.

Como cada mañana después de intentar comer algo, pues cada vez estaba más delgada, asumió su rutina diaria: tejer, contemplar, soñar y temer. Recuerda, cada vez que ve el espejo colgado de la pared, que alguien le dijo cuando aun era niña que si algún día miraba directamente Camelot desde su ventana su final sería la muerte. Pero era joven y “estoy tan cansada de las sombras” se repetía una y otra vez. Así que colocando ese espejo para que diese a la ventana contemplaba día tras día, noche tras noche, semana tras semana, mes tras mes, año tras año aquello que ocurría en Camelot y lo tejía mientras soñaba con ser una de esos Caballeros de la Tabla Redonda, con amar como había visto amarse a muchos jóvenes, con llorar como había visto llorar a hijos por la muerte de su padre, con bailar con uno de esos apuestos caballeros, con hablar con las bellas damas, ver y tocar la lluvia, con sentir el frío viento en su carne, con observar el sol y la luna directamente… Pero luego se recriminaba el haber fantaseado con ello y se asustaba, pues sabía que si miraba aunque fuera solo de soslayo, la muerte caería sobre ella. Y así día tras día, noche tras noche, semana tras semana, mes tras mes, año tras año pasaba el tiempo y se marchitaba su alma.

Un día resplandeciente de otoño, la dama tejía en el telar una bonita escena de las fiestas otoñales en Camelot, donde la gente reía, cantaba y bailaba sin cesar. Día, tarde y noche. Esa misma mañana cuando el sol más alto estaba desde la torre oyó el ruido de cascos y de armaduras. “Ejército” pensó alarmada y con mirada fija en el espejo esperó la llegada de dicha armada, pero nunca llegó tal mal a Avalon, ni a Camelot, pero si llegó el suyo. A través del espejo observó en la colina que cruzaba el rió a un hombre joven que parecía apuesto, sobre un flamante caballo negro, vestía armadura reluciente y se adivinaba extranjero. Con una mano agarraba fuerte la lanza y con la otra se libró del yelmo. Su rostro varonil de pómulos altos estaba enmarcado por rizos cortos de color ébano, “¿Oh que ven mis ojos? ¿Es amor lo que yo siento?” exclamó la joven y nublada por un turbio deseo dejó de telar y de mirar el espejo, dando dos pasos hacía atrás giró su cuerpo y contempló extasiada al príncipe de sus sueños, tan bello y tan noble caballero… Cuando un estruendoso sonido rompió sus pensamientos y un golpe se los llevó con el viento: El tapiz a medio tejer había volado y el espejo se había roto, “¡La maldición cae sobre mí!” gritó. Con pasos temblorosos bajó con parsimonia la torre y pisando por primera vez el suave césped vislumbró una pequeña barca, esperando largos años su llegada, en ella grabó su nombre y montándose tras vislumbrar entre lágrimas amargas la resplandeciente Camelot, la soltó y se dejó llevar por el río a la deriva.

Así tumbada en la barca, vestida de blanco y plata, cantó su última canción la dama, que con voz alta y baja cantó sus desamores y su desesperanza “Estoy enferma de sombras”, y cayendo sobre ella las rojizas hojas, dejó que sus venas se helaran y su alma escapará con la corriente del rió. Antes de llegar a la orilla su muerte la había vencido. El pueblo, las damas y los caballeros, observaron con extrañeza y curiosidad el cadáver, pues nadie conocía a esa bella muchacha, y Lancelot, su mal, exclamó: “Cuan trágica perdida, un ángel de rostro hermoso se perdió en la tierra, llamado la Dama de Shalott”.
***
Esta hermosa aunque triste historia está inspirada en una de las tantas leyendas artúricas que pulularon por Inglaterra y que salieron a la luz con el nacimiento del Romanticismo en el siglo XIX. Está leyenda, concretamente, es la de la Dama de Shalott, que vivía encerrada en una torre y tenía que mirar el mundo a través de un espejo ya que se decía que una terrible maldición (la muerte, por supuesto) caería sobre ella si miraba directamente al exterior, su torre estaba cerca del castillo de Camelot y tejiendo plasmaba en las telas todo aquello que veía. Un día vio al joven caballero Sir Lancelot y se enamoró de tal forma de él con solo verlo que no pudo evitar la tentación de mirarlo directamente y así la maldición cayó sobre ella. De está forma bajó corriente abajo por el río en un pequeño bote cantando su última canción hasta que la muerte se la llevó. Ha habido muchos que han ilustrado está leyenda artúrica tanto en pintura como en escritura. Como por ejemplo: Uno de los poemas más bonitos que ilustra está leyenda es el poema de “Lady of Shalott” de Lord Tennyson, un poeta romántico inglés.

She left the web, she left the loom,
She made three paces through the room,
She saw the helmet and the plume,
She look'd down to Camelot.
Out flew the web and floated wide;
The mirror crack'd from side to side;
“The curse is come upon me,” cried
The Lady of Shalott.

Ella dejó el lienzo, dejó el telar,
dio tres pasos por la habitación,
vio florecer el lirio en el agua,
vio la pluma y el yelmo,
y miró hacia Camelot.
La tela salió volando y ondeó en el vacío;
El espejo se quebró de lado a lado;
"la maldición cae sobre mí", gritó
la Dama de Shalott.

Waterhouse, pintor prerafaelista inglés, plasma en tres de sus obras escenas de la leyenda de la Dama de Shalott. En la primera, titulada “I’m half sick of shadows”, una escena donde se ve a la joven tejiendo. En la segunda pinta el momento en el que la dama contempla directamente al caballero Sir Lancelot. La tercera pintura plasma cuando la dama baja cantando por el río arrastrado por la corriente.
También ha habido artitas como Loreena McKennitt que cantó el poema de Lord Tennyson o Emilie Autumn que escribió una canción, “Shalott”, dedicada a la historia de la desdichada dama.
(Podréis escuchar ambas si pincháis en los links que os pongo)
http://es.youtube.com/watch?v=tpXdNaXYysk – “Shalott” por Emilie Autumn
http://es.youtube.com/watch?v=QDdAVOz39TA – “The Lady of Shalott” parte I por Loreena McKennitt
http://es.youtube.com/watch?v=_gzLyjelCwQ - “The Lady of Shalott” parte II por Loreena McKennitt
Dusk of Winters.