21 de junio de 2009

Never before


Se ha bebido algunas cervezas, bueno, bastantes cervezas como para no saber exactamente que hace, algún que otro whisky como para olvidarse de pensar. ¿Qué es eso? No sabe quien le acompaña hasta la habitación que tiene alquilada, de verdad no tiene ni idea. Solo se acuerda que le invitó a una cerveza en uno de los tantos bares que frecuenta de vez en cuando en esas noches que se siente- mierda de vida- demasiado sola. Y ahí están devorándose con la boca mientras ella de espalada trata de abrir la puerta de su habitación sin torcerse la muñeca, aunque eso no le importa mucho, ahora.

Logran entrar y tropiezan con toda la mierda- ropa, botas y libros- que hay tirados por el suelo del cuchitril aquel. Huele demasiado a sucio y a cerrado, incluso a rancio, pero ahora da igual. Se chocan contra la estantería- llena de libros y papeles arrugados- y ella le besa con brusquedad, puede que con demasiada violencia. En un momento él se queja.

- ¿Qué coño esperas?- le pregunta algo desagradable, algo mordaz añade- Esto no es precisamente delicado.

Sin más arremete con la lengua, se la pasa lentamente por el paladar para después separarse y morderle los labios con fuerza, algo desmedida. Le coge de la chaqueta y le empuja ciegamente hacia la cama donde cae de culo. Se sienta encima, sin darle tiempo a reaccionar y comienza a desvestirle con rapidez. Necesita, le urge, explotar ya. Ya.

No sabe como llegan a la situación en que están los dos arrodillados, ella pegada la pared, donde debiera estar el cabecero, él frente suya. La saliva se entremezcla con hilillos de sangre que manan de ambos labios por la fuerza de los besos. Los dientes entrechocan, no existe coordinación ninguna, ni compás, solo un ritmo febril que cada uno marca como le gusta. Él intenta ir más despacio, pero ella no le deja, impone su ritmo brusco y violento. Caliente y muy, muy húmedo.

Ella le abraza por la espalda, le clava los dedos y las uñas mientras le sube la camiseta de Led Zeppelin que se le atasca con las gafas- ¿llevaba gafas?-, cuando logran sacarle la cabeza jadea con más insistencia, con los rizos cortos y rubios alborotados y los ojos miopes desenfocados. Se tumban y una mano resbala por un vientre blanco metiéndose bajo la ropa, acariciando algo muy distinto a lo que tiene. Se acarician mutuamente fuertemente, al mismo tiempo que no dejan de morderse y frotarse la una contra el otro. Se quitan los pantalones, él lleva calzoncillos, ella no tenía bragas limpias que ponerse. En un momento en que sus bocas dejan de devorarse con dientes, saliva y sangre, ella enreda una mano en sus rizos rubios y la mantiene apartada de su propia cara, la otra mano le acaricia, ahora si, con demasiada lentitud para el joven que boquea con más frecuencia. Acerca su boca a su oreja que lame y luego susurra “en el cajón están nene…” No hace falta más.

Sacándosela del calzoncillo ella se lo pone, mientras él mira como lo hace- en una posición un tanto incomoda para el cuello- luego ve, como después de deslizárselo se acaricia ella misma, paseando sus dedos entre sus piernas.

- Resbalo…-le susurra con un tono demasiado pornográfico, demasiado erótico, demasiado todo. El gime con solo oírlo.

No esperan más, porque ella no le deja esperar más. Le atrae con su mano y le abraza con las piernas, notas las hebillas de las botas rozar su espalda sudorosa. Empuja, embiste y ya no puede pretender llevar un ritmo más lento. Ella no le deja. El ya no lo intenta. No quiere.

- Dag…na…- jadea su nombre- ¿así se llamaba ella?- a su oído mientras arremete con fuerza y sus caderas chocan demasiado fuerte y ella emite un quejido, entre dolor y placer.

Incluso estando en posición pasiva, es ella la que lleva el ritmo delirante, la fuerza, la violencia, quiere venirse ya. Lo quería hace minutos y ahora lo necesita.

Explotan, se gritan improperios y palabras calientes mientras se corren.

Cuando todo se calma, el intenta besarla pero ella aparta la cara y le empuja para que se aparte porque es ahora- cuando después del orgasmo se le ha bajado el pedo- cuando nota el peso encima de ella. Saca un paquete de cigarros del cajón, al lado de los condones, y se enciende uno. Entre las volutas de humo ve como el chico que ha subido empieza a vestirse mientras le dice algo de si se volverán a ver o si podrían repetirlo o si bla-bla-bla. No le hace ni puto caso. No le interesa que coño quiera hacer el tío ese, pues se está perdiendo en sus pensamiento, en sus reflexiones.

Nunca ha dejado que un tío la besara después de follar. Nunca. ¿Nunca?

Oh, joder…