23 de enero de 2009

Flor

Plorava. Duia dies sencers plorant plena d’agonia.
Doncs plorava, plena de pena puix la flor seua moria.
Plorava, oh melancolia, plantares esperances en la terra
I amb mans sinistres l’assecares d’aquella.

Plorava. Llunes d’argent i Sols d’or les llàgrimes veien.
Doncs plorava, de nit, de dia la nostàlgia mossa feia.
Plorava, oh tristesa meua, esperances plantares a terra
I amb mans sinistres l’assecares d’aquella.

Oh, mala llavor negra!
Obscur el teu color com la teua ànima
Il•lusions a una dona estèril
Que a la terra li confia la seua maternitat
I la terra li escopí el fill amb temor!

Oh, mentider enganyós!
Aprofitant-te dels anhels d’una pobra dona
Sense terra erma que conrear
Sense home que llavor li done
Oh, que els deus no tinguen perdó dels maleïts!

13 de enero de 2009

Michelle

Era un frío día de otoño inglés la última vez que la vi.
* * *
La brisa, que acariciaba las hojas secas y cálidas, mecía sus rizos castaños y observé que se arrebujaba en su abrigo canela.
Como su olor.
Sentada en un banco me esperaba para decirme “Adieu” para siempre.
Yo dudé entre acercarme y hacerlo real o salir corriendo… Pero, ella, se iba a ir de todas formas, fuera o no a despedirme…
Con resignación y tristeza metí mis manos enguantadas en los bolsillos de mi chaqueta de pana y me acerqué. Me senté a su lado.
No la salude y ella tampoco lo hizo.
No nos miramos y estuvimos, así, juntos toda la tarde. Sin saber qué decir, sin saber como despedirnos.
Solo silencio.
Cuando el sol caía se levantó y de espaldas en un susurro se despidió y hecho a andar abrazándose…
Entonces yo la llamé “¡Michelle!”. Ella paró pero no se giro. “Te quiero” murmuré con los ojos fijos en su espalda. Oí un suspiro y volvió a caminar por el paseo.
Yo me quedé parado, fijo, de pie, al lado del banco y cuando estaba por irme- pues no soportaba verla marchar con indiferencia- ella se giró:
“Je t’aime”
Lo leí en sus ojos glaucos. Lo leí en sus labios rojos. Lo leí en las lágrimas cristalinas que caían por sus rosadas mejillas.
* * *
Y se fue.
Lejos.
Y nunca volví a ver a
“mi Michelle”