23 de septiembre de 2009

Primptemps

Mira un momento hacia abajo y descubre que lleva los botines llenos de polvo terroso. No le importa, incluso sonríe y continúa su camino. Llega a un pequeño paraje, un huerto abandonado donde el único habitante es un gran algarrobo de, puede incluso, cientos de años.

Se sienta con cuidado en uno de los tantos nudos del magnifico árbol y inspira un momento el fresco y perfumado viento provenzal de tramontana. Del invierno solo quedan los resquicios fríos del viento, las flores empiezan a florecer de nuevo y los aromas a flotar en el ambiente.

Arrebujándose en su chaqueta de gruesa lana lila y colocándose mejor la bufanda marrón saca el mp4 que lleva en su inseparable bolso de flores de colores explosivos y lo enciende, poniéndose los cascos empieza a sonar un triste sonido de guitarra acompañado por un melancólico piano. Saca el pequeño libro de tapa verde en el que pone Hojas de Hierba y lo abre por una página al azar y empieza a recitar en susurros mientras la dulce voz de George Harrison le canta al oído “forgive me lord,
please, those years when I ignored you”
.

Sí la poesía no se recita, nunca sabes como es su música” le dijo una vez “Hay veces que no entiendes sus palabras, pero la música es algo que se siente, no se comprende”. Es como ella lo siente, no tiene la razón absoluta. Tampoco es que la haya buscado, es humana y le gusta errar de vez en cuando.

El cielo oscurece según el sol se esconde tras las montañas, y el viento cambia, soplando ahora de Migjorn, que viene del sur, arrastrando un poco de calidez. Cierra los ojos y escoge un poema de entre tantos al azar. Es su poema, ese que siempre le arranca una sonrisa tierna, ese poema de esperanza, amor y ambigüedad. Y George a su oído canta “so let out your heart, please, please, from behind that locked door” mientras ella recita con voz alta, pero suave, el declinar de un día y se instala en sus labios esa sonrisa boba y tierna por al cual siempre se ríe él.

- ¿Otra vez leyendo cochinadas?- le pregunta una voz rasposa de piel broncínea, greñas onduladas y ojos negros, mientras soltaba un suspiro al final del poema.

- Las cochinadas las reservo para ti- le contesta, no va a quedarse ella atrás. El se tapa la boca con una mano grande llena de cortecitos. Explota en carcajadas y se levanta apoyándose en el añejo tronco.

- Debería denunciarte por acoso sexual…

- Deberías- le contesta espolsándose el polvo- pero no lo harás.

- ¿Cómo estás tan segura de que no lo haré?

- Lo sé.


La mira de arriba abajo, evaluándola y radiografiándola, con los brazos en jarras

le reta:

-Convénceme.- Ella alza una ceja y sonríe levemente, y se acerca.

Se acerca, se acerca, y va notando el calor que mana de su cuerpo, es un palmo más bajita que él, y más rubia, y más mona, y con los ojos más azules y más espectaculares que haya visto nunca. Frunce los labios como si estuviese un tanto contrariada y le mira fijamente, y es protagonista de una de las caídas de ojos más magnificas de su vida mientras le dice “Entonces tendré que hacerlo”.

Se acerca tanto que sus pechos se rozan y se pone de puntillas. Sus narices se rozan, aún no ha cerrado los ojos, la ve inclinar levemente la cabeza hacía la derecha y cuando sus labios se rozan, cierra los ojos, y cuando su lengua los lame, se estremece y cuando finalmente se besan no puede evitar abrazarla con fuerza contra él. Sentirla, sentir que no es un sueño. La aprieta desde la cintura y ella pasa sus brazos por detrás de su cuello y nota el tacto liso de la tapa del libro en una de sus orejas.

Y con sus besos se deshacen como una vela al sol

Y todo se llena de patchouli y hierbabuena,

Y de destellos dorados y castaños.

De sabor a miel y a menta.

De primavera.