16 de febrero de 2009

La Camarera de la Condesa II

Enredadas entre ellas y las sábanas inmaculadamente blancas, mientras sentía su piel desnuda contra la suya propia la contemplaba dormir a través del espejo de pie, la única vez que podía verla tal y como era. La condesa sin darse cuenta le ofrecía su cuerpo y alma desnudos. Daniella le retiró unos cuantos mechones empolvados y se apoyó sobre su codo para poder contemplar con más detenimiento las facciones finas como porcelana y el gesto relajado de su cara. Tenía la faz inclinada hacía el lado del espejo, los ojos cerrados suavemente, los labios rosados entreabiertos dejando ir y venir su aliento. Empezó a deslizar suavemente las yemas de sus dedos desde su vientre subiendo lentamente, arrancándole suspiros a la dormida noble, llegó a uno de sus blancos pechos al cual delineó el contorno con sus dedos hasta llegar a los labios entreabiertos, subiendo por el cuello expuesto. Todo esto sin dejar de mirar el espejo. Acarició los labios de la condesa y dirigiendo ahora su mirada chocolate a los mentados labios, cerrando los ojos con anticipo cubrió la distancia que les separaba atrapándolos en una frágil y tierna caricia que hizo que la condesa gimiera suavemente y lentamente enterrara sus largos dedos entre la melena castaña de su amante. Con desgana se separaron:

- Bella.- le susurró clavando su mirada plateada en ella mientras observaba con regocijo como las mejillas de la castaña se enarbolaban.
Daniella al saberse sonrojada enterró su cara en el hueco del cuello de la condesa. Oyendo, para su mayor vergüenza, la risa de Cornelia. La castaña como venganza subió sus manos hasta las costillas de la joven pálida y procedió a hacerle cosquillas.
- ¡Para¡!Para¡- consiguió decir entrecortadamente entre sus propias risas y las de su compañera. Su único punto débil conocido; sus malditas cosquillas.- ¡Para te digo!

Cordelia consiguió sentarse y hacer caer de espaldas a Daniella que hasta ese momento había estado encima de su cintura. La noble, ya sentada y sin reírse intentaba recuperar el aliento, mientras la castaña desnuda tirada sobre la cama reía sin tregua, dejando oírse una risa clara y ruidosa. Poco a poco todo se quedó en silencio. En un silencio tranquilo e íntimo. En el momento en el que abrió los ojos y vio la mirada lasciva de la otra mujer se dio cuenta de su posición desaventajada, desnuda, desparramada de espaldas sobre la cama, que tanto atraía a la mirada plateada que paseaba por su cuerpo. Antes de poder siquiera moverse el cuerpo pálido de la noble se le echó encima. Ya no podía escapar, pero tampoco es que lo deseara.

No hay comentarios: